Consideraciones del vacío en la obra del arte

Decía el pintor Barnett Newman que la estética es al arte lo que la ornitología es a los pájaros, de ello ya puede intuirse que para entender el arte de tal o cual pintor, escuela o movimiento artístico, si es que éllo existe, es interesante conocer su concepto de la belleza y la filosofía en la que puede descansar su concepción del acto creativo.

A principios del S. XX., coincidiendo con las primeras muestras de pintura post-impresionista, es cuando se inicia una evolución en el modo de apreciar el arte, el espectador comienza a intuir que la calidad de una obra no tiene por qué guardar una relación directa con el mayor o menor grado de reconocimiento de las formas o similitud con los objetos o cosas a los que se está acostumbrado a ver, abandonando, poco a poco, esa actitud de sorna comicidad o indignación ante la presencia de algo que formalmente no llega a reconocer. El siguiente paso fue aceptar que el artista, cuando presenta una obra a la opinión pública, debe tener sus motivos, intelectuales o no, que justifiquen lo que realiza y que es él, como espectador, el que demanda o requiere, en su caso, una explicación que le permita acercarse al mundo del artista creador y así entender lo que se quiere comunicar. Como dice Arthur C. Danto: " La cuestión es que los artistas están intentando poner en términos visuales ideas que no se prestan automáticamente a la representación visual". 

 Mi obra actual se reitera en la utilización de fundamentos de fuerte raigambre oriental, tales como los conceptos de: vacío, empatía, sugerencia y energía vital. Por otra parte intento acercarme a otros valores de la estética Zen que de alguna manera me enriquecen con continuos susurros y sugerencias y que por la precariedad de medios que invoca, me permiten plasmarlos pictóricamente. Estos conceptos que tienen que ver con estados apartamiento, soledad y separación del mundo de los fenómenos provocan un estado de vacío que abre vías de fuerte inspiración. Igualmente la relación que invoca esta filosofía con la idea de pobreza y carencia de bienes que en este caso puede traducirse por simplicidad de medios a utilizar ayuda o encamina a la práxis artística a despojar y evadir de la pura belleza todo aquello que le sobra y que le es innecesario.

De la conjunción de los valores o conceptos anteriores llegaríamos a un tercer concepto conocido en el arte del Japón como "Shibumi" que significa, áspero, rudo, inacabado. Estado éste de difícil entendimiento para nosotros los occidentales, por lo alejado que se encuentra de nuestra forma de entender la belleza. Intento plasmar el concepto del Vacío, considerado éste como tema mayor, necesario e imprescindible para que opere cualquier tipo de creación. Partiendo de que la obra de arte trasciende el valor puramente estético u ornamental, entiendo que la misma llega a ser un microcosmos a imagen y semejanza del universo y por tanto con potencial de creación y vida. Toda esta complejidad de relaciones no puede operar si no es gracias a la existencia del Vacío.

A través del Vacío, provocado mediante técnicas de relajación, contemplación etc., el espíritu en sintonía con el Cosmos provoca percepciones que trascendiéndo las puramente sensuales e intelectuales conducen a los mismos orígenes de la conciencia. Instalados en esa dimensión afloran efectos formales o amorfos que el artista puede encauzar, a través de su técnica, en obras de cierta representación y que, para mí, es la verdadera génesis de la modernidad y la abstracción en el mundo pictórico, éllo, sin quitar importancia y el justo protagonismo a otros caminos más o menos comprendidos y establecidos históricamente, que partiendo de la línea francesa (Delacroix, Monet), pasando por Cézanne, Matisse, Braque, Picasso y parte de la Escuela de Nueva York, también configuran otra modernidad que si bien es más formal, lo es menos espiritual. 

Persigo en mi obra plasmar o evidenciar aquellos aspectos del Vacío, como elemento positivo, real, dinámico y actuante, que ayudado por gestos (alientos vitales) pueda plasmar las distintas transformaciones que den potencialidad plena a lo lleno. Esos espacios sin aparente forma o pintura, ni mucho menos se tratan de unos espacios o zonas que han sido olvidadas al pintar (silencios para el músico o poeta), muy al contrario, intento establecer en esa nada, que como si fuera un seno materno, la gestación y dar vida a esa forma silente, dormida o aletargada en el subconsciente del pintor o espectador, liberándose ésta - finalmente- al mundo exterior o fenoménico, ofreciendo la grandeza de la verdadera creación. 

Gracias a estos vacíos, espacios o tiempos mediúnicos, los elementos representados en el cuadro pierden su rigidez, abandonan su antagonismo, oposición o confrontación y dan cabida a su armónica interacción fecundándose y engendrándose mutuamente. Así lo entendieron los artistas chinos de las distintas dinastías (Song y Yuan) que, de forma reiterada utilizaban el Vacío representándolo como espacios no pintados, brumas, neblinas, nubes etc., para armonizar y poner en sintonía el cielo con la tierra o agua, o ésta con la montaña o personajes etc. Es como dice Luis Racionero: " manantial preñado de potencial de donde, por la danza vital de la energía, nacen todas las formas.

Nuestro Antiguo Testamento lo afirma: " Al principio era la nada, " sería como decir, que La Creación tendría lugar por la primigenia existencia del Vacío, como si el mismo Dios "hubiese necesitado" -previamente- este Vacío para poder "pintar su gran cuadro de la Creación". 

Por tanto, para crear ese movimiento circular o empatía entre los distintos componentes de un cuadro y entre éstos y el espectador es necesario la introducción del Vacío como espacio no - o escasamente - pintado, que romperá así el posicionamiento estático de los elementos inertes y que por el aliento o ánimo que provoca genera la transformación interna. Siendo este aliento, en pintura, lo que la vida es al Hombre, es decir, estado en el que le hace sentir, manifestarse y por tanto suscitar libertad para buscar caminos de perfección y creación. Sería como esa fuerza vital o energía que necesitara una obra de arte para aspirar al estado de pura creación. 

Como Chuang-tzu manifestaba "que la noche empieza al mediodía y que el día empieza en la medianoche", así debe ser un cuadro, donde la forma empieza en el Vacío y éste en la forma, es decir se necesitan mutuamente por complementarios, para realzar lo que es con lo que no es. Basta con mirar el cuadro titulado "Los Caquis" de Mu-Chien para poder entender el poder vital del vacío en la creación de las formas. 

No olvidemos que las cosas existen porque a su vez se cuenta con una nada capaz de albergarlas de forma armónica. Las cosas tienen sus aristas y sus formas gracias al Vacío. Por tanto como creación orgánica, que lo es, que no fabricación mecanicista, y por su carácter holista, un cuadro se desarrolla tanto en el tiempo como en el espacio gracias al Vacío, si no, ésto, sería inconcebible. 

Para pintar las formas es necesario antes saber plasmar el Vacío, solo de esta manera las pequeñas creaciones humanas estarán o serán más fieles a la gestación real de la creación y por tanto, al verdadero arte. De igual manera, entiendo, que para pintar el Vacío solo hay que sugerir las cosas, las formas, incluso las ideas. Así ofrecemos, damos oportunidad, de que exista una autoconformación del propio cuadro como si la propia obra de arte, en su fase de realización, nos fuera sugiriendo su propio proceso y gestación. 

 El Vacío ayuda a alcanzar la espiritualidad, su antagonismo con la materia, incluso con el color hace que en la función pictórica se evite lo concreto y lo muy colorido para acceder a la más sutil esencia de las cosas. De esta forma, al dar importancia al Vacío, éste adquiere gran valor pictórico y puede concretarse por la reticencia y sugerencia, por el no dejar todo dicho ni terminado, donde un trazo o gesto inacabado despierte mayores estados de comunicación que lo que formalmente y con mayor concreción pudiesen ser capaces de decir. 

Estos estados inacabados, rústicos, rugosos, asimétricos o aparentemente imperfectos o los propios vacíos en la obra de arte son tan transcendentes que en palabras del jesuita y sinólogo Fernando García Gutiérrez, dice: "Llegan a ser la expresión inefable de la Nada, detrás de la cual se encierra todo. Es la única manera de expresarla."

El artista debe llegar a asumir, que el Vacío no introduce separación o aislamiento, todo lo contrario, produce unidad, atadura, dependencia, armonía etc.

Esta aparente falta de acabado o de precariedad, incluso en los medios materiales empleados por el artista en la ejecución de su obra, lejos de parecer tal cosa, aporta a la misma posibilidades de participación externa creando esa inefable comunicación o resonancia entre obra y espectador, rompiendo -favorablemente- esa limitación, tan occidental, entre vida y arte. Algo parecido encontramos en el mundo de la comunicación audiovisual, en donde los investigadores de masas ya estructuraron los medios entre fríos y calientes, dependiendo del grado de definición en función de la cantidad de datos suministrados por el medio. Así pues, una fotografía tendría "alta definición", luego sería un medio caliente, lo que implica baja comunicación. En cambio un dibujo, un apunte etc. da escasa información, baja definición, luego estaríamos ante un medio, que por su falta de detalles despierta una mayor sugerencia, abriendo mayores posibilidades de "pregunta-respuesta", es decir mayor comunicación.

Por estos caminos, entiendo, ha de discurrir la obra pictórica si -con la misma- queremos convocar un concierto cuya composición y aguda audición derrumbe la barrera y dicotomía entre vida y arte.

El artista y el cuadro deben avanzar de la mano, de forma continua, De alguna manera así lo entendía Paul Klee al decir: " Que la fascinación reposa sobre lo que hace de la obra de arte una entidad que parece cumplir ciertas funciones de los seres vivos, siendo el trabajo propio del artista el de configurar el devenir-forma del Cosmos, combinar con esta finalidad los datos de lo visible, ampliando así los límites de la obra de creación del mundo, reconociendo a la génesis de una duración continua." Considero que la obra de arte sincera, con mayúsculas, está muy lejos, años luz, del perfeccionismo, del detalle cansino incluso de la superabundancia de técnica y resortes pictóricos, literarios etc.

Así como la verdadera comunicación espiritual hay que encontrarla en la soledad, en el silencio, en el apartamiento; la comunicación artística, la empatía con la obra de arte se hallará en estas mismas coordenadas y que los artistas Zen han concretado en su concepto "Shibumi", y que lo han sabido sintetizar en su gran principio estético, "Crear belleza procurando evitarla".